viernes, 27 de abril de 2007

fragmento

Charles BukowskiKID STARDUST EN EL MATADERO
CHARLES BUKOWSKI

la suerte me había vuelto a abandonar y estaba demasiado nervioso por el exceso
de bebida; desquiciado, débil; demasiado deprimido para encontrar uno de mis
trabajos habituales como recadero o mozo de almacén con qué tapar agujeros y
reponerme un poco. así que bajé al matadero y entré en la oficina.
¿no te he visto ya?, preguntó el tipo.
no, mentí yo.
había estado allí dos o tres años antes, había pasado por todo el papeleo,
revisión médica y demás, y me habían llevado escaleras abajo, cuatro plantas, y
cada vez hacía más frío y los suelos estaban cubiertos de un lustre de sangre,
suelos verdes, paredes verdes. me habían explicado mi trabajo, que era apretar
un botón y luego por un agujero de la pared salía un ruido como un estruendo de
defensas o elefantes desplomándose, y llegaba la cosa... algo muerto, mucho,
sangriento, y el tipo me dijo, lo coges y lo echas al camión y luego aprietas el
timbre y ya llega otro, y después se largó. cuando vi que se iba me quité la
bata, el casco metálico, las botas (tres números menos que el que yo uso), subí
otra vez la escalera y me largué de allí. y ahora estaba de vuelta, tronado otra
vez.
pareces un poco viejo para el trabajo.
quiero endurecerme. necesito trabajo duro, muy duro, mentí.
¿y puedes aguantarlo?
otra cosa no tendré, pero coraje si. fui boxeador. y bueno.
¿ah sí?
si.
vaya, se te nota en la cara. debieron darte duro.
de lo de la cara no hagas caso. yo tenía un juego de brazos magnífico. todavía
lo tengo. lo de la cara es porque tuve que hacer algunos tongos y tenía que
parecer verdad.
sigo el boxeo. no recuerdo tu nombre.
peleaba con otro nombre, Kid Stardust.
¿Kid Stardust? no recuerdo a ningún Kid Stardust.
peleé en América del Sur, en Africa, en Europa, en las Islas, en ciudades
pequeñas. Por eso hay ese hueco en mi historial de trabajo no me gusta poner que
fui boxeador porque la gente cree que hablo en broma o que miento. lo dejo en
blanco y se acabó.
vale, vale, sube a que te hagan la revisión médica. mañana a las nueve y medía
te pondremos a trabajar. ¿dices que quieres trabajo duro?
bueno, si tenéis otra cosa no, en este momento no. sabes, aparentas cerca de
cincuenta. no sé sí darte el trabajo no nos gusta la gente que nos hace perder
el tiempo.
yo no soy gente: soy Kid Stardust.
vale, vale, dijo riendo, ¡te pondremos a TRABAJAR!
no me gustó el tono.
dos días después crucé la puerta y entré en el garito de madera y le enseñé a un
viejo la tarjeta con mí nombre: Henry Charles Bukowski, hijo, y el viejo me
mandó al muelle de descarga: tenía que ver a Thurman. fui hasta allí. había una
fila de hombres sentados en un banco de madera y me miraron como si fuese un
homosexual o una canasta de baloncesto.
yo les miré con lo que supuse tranquilo desdén y mascullé con mi mejor acento
golfo:
dónde está Thurman. tengo que ver a ese tío.
alguien señaló.
¿Thurman?
¿Sí?
trabajo para tí.
¿Sí?
sí.
me miró.
¿y las botas?
¿botas?
no tengo, dije.
sacó un par de botas de debajo del banco y me las dió. viejas, duras, tiesas. me
las puse. la historia de siempre: tres números menos. me encogían y me
espachurraban los dedos. luego me dio una ensangrentada bata y un casco
metálico. allí me quedé de pie mientras él encendía un cigarrillo. tiró la
cerilla con un floreo tranquilo y varonil.

martes, 24 de abril de 2007

Ya no mas "solta tu pelo con wellapon,solta la belleza de tu pelo...."


si,me he rapado y ahora puedo decir lo infinitamente libre que uno se siente sin pelo!


sexy sexy (joan dixit)
loka!! na loka! (marco dixit)
vos te hiciste budsta y yo no me entere? (axel dixit)
pero para...vos no dejaste las drogas!? no podes ser budista! (axel dixit again)
estas hermosa...pero tanto te lo tenias que cortar? (madre dixit)
vos estas loca,si haces una mas te interno,por que asi no va (padre dixit)
noooo estas como renton (nico dixit)
nena estas hiper bella! (textual) (lau dixit)
would you like be my sour girl? so beatiful...(scott weiland dixit(?) )
are you experienced? (hendrix dixit)
naaa me habian dicho nena pero no! se re comenta que te rapaste! le voy a decir a ro que ya te vi! (agus dixit)
sos hermosa...wacha! (emi dixit)
deci que tenes buena cara....deci que sos bonita y bla,pero si no,sabes que no? ni yo lo arreglo...
ni yo...tuviste suerte...te quedo re chic (my personal estyler dixit)



causas y azares:

NO me hice budista.
NO soy skinhead ni a palos.
NO me hice hare krishna.
NO estoy haciendole campaña a telerman.
NO soy fan de lex lutor.
NO, no puede ver el futuro a traves de mi cabeza...alejese señora...no.


SI me gusta.
Si creo que me queda brutal...
SI la gente linda puede hacer lo que quiera.
SI soy feliz rapada...
SI, fue una simple exteriorizacion de sentimientos hallados...y no me arrepiento.
SI ahora voy a actuar en cortos indie de estudiantes de cine cinefilos y antropofagos de niñas bellas...


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"ud le daria la mano de su hija en matrimonio a uno de los Rolling Stones?"

-"Que'! ah?! no roberto te dije que' eto etaba mal! te dije que la lucia no tenia que sali' tanto roberto! mira....mira lo que' preguta ete aca!
pero que' disgusto' che...no se puede cree' !
vallase! vallase y no vuelva! ute' quie' es??!!!"
-"Me llamo Mick Jagger...sra."
-"Mi'ke! ah? Miguel?"
-"No, no...MICK..."
-"Ahhhhhhhhhhhhhh,e' un nombre brasilero???"
-"No no...soy ingles sra."
-"Ahhhhhhhh ya veo. entonces es Eropeo! eh eropeo roberto!
cayo del cielo'!!! podemo' pagar el cable roberto!!!"
-"Entonces...me puedo casar con su hija?"
-"Pero seeee...m'hijo! es de la familia ahora! digame mama!!!"


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(pre flash...escuchando let's spend the night toghether....)

miércoles, 18 de abril de 2007

Pero...para que necesito yo eso?

"ah..no se, pero seguro que en algun momento lo vas a necesitar."
tipico de abuela y/o madre, hacerte gusrdar toda porqueria que ya no uses, aun sabiendo que jamas te va a volver a entrar, que es inarreglable, que parece haber ido a la guerra...
que es horrible y jamas lo vas a volver a usar, porque tu autoconfianza y tu falta de verguenza a los diez años no es la misma que la de ahora.
no solo ropa, esto abarca tambien zapatos, juguetes (que pasan de generacion en generacon cada vez mas rotos), ropas de cama (que antes eran de...y etc.), sillas, mesas y otras cosas de las que uno tiene un paisano de cada pueblo.
ademas tenemos esa fijacion por guardar revistas y diarios "ay! no lo tires que viene una nota de roberto galan!"...o si no "estas loca! mira esta foto de la zulma faiad!!! no ves que mona???"...
no, realmente no veo porque es necesario guardar revistas de veinte años de antiguedad...
yo se,no soy quien para criticar estas cosas,soy bastante anacronica, melomana, y rehago toda mi ropa una y otra vez...pero basta de guardar y guardar guardar: sra, por ahora no hay guerra! deje...tire esa radio vieja que era del abuelo, que solo sintoniza la 1478.7 am, basta, deje ir su peluca de cuando iba a tomar tragos largos con la pepa, la rosa y la maria (que era tan picara).

hay cosas que no son necesarias, y sin embargo uno tiene que tener 3 ralladores, 57 cuchillos, 39 cucharas...3 docenas de vasos diferentes...
y todo porque viene alguien ,que aprovechando la debilidad humana de retener hasta la muerte y no poder deshacerse de lo inservible, te dice "no...vos guarda que ya te va a servir...", y uno le hace caso; lo guarda hasta la proxima temporada de invierno, hasta que vuelva a ponerse de moda, hasta que se cumplan treinta años de la muerte de roberto galan y gane "la esperanza verde" de la zulma faiad para jefe de gobierno.

Mientras yo agonizo...Cuentos de la nada.


Mientras yo agonizo.

I/ El no sabía que aunque esperara toda esa tarde y las que siguieran, ella no iba a volver.
Pero el será otra historia.
Yo tomaba un café cargado, sin ilusiones ni pretensiones en torno de nada, en un barcito llamado “Voyeur” y bastante venido a menos.
Leía y releía una misma nota editorial en el diario de la semana pasada, planeando sin planear un rumbo hacia el cual dirigirme.
No recuerdo haber recordado que hacia ahí, ni porque y ni siquiera como; creo haber tenido la noción de algún tipo de abandono y haber estado seguro de un posible desempleo. Se que buscaba algo, algún suceso determinante y estaba al acecho de este suceso inminente. Ella era ese suceso, en el momento crucial en el que la vi salir de su casa, en la calle de enfrente, en el aire invernal que la rodeaba. Su pelo rojo y suelto parecía tener una vida aparte de la de ella. Y sus ojos…y esas pecas.
Si alguna vez desee saber dibujar fue ese, pero no tengo ese talento.
Ella, entre hermosa e inmaculada, mientras cruzaba a sentarse en el bar, parecía ajena a toda tristeza. Tuve un acceso de locura y frustración al pensar en cuan extraño era el destino, que había hecho coincidir en una misma tarde a la bella y a mi salida tambaleante de lo del doctor con la palabra terminal resonando en mi cabeza.
Mientras la veía tomar su te y leer un diario viejo, entendí que uno no sabe nada de la vida hasta saber cierta la posibilidad de perderla. Cada vez que pensaba en esto, me venia a la mente una imagen: el humo del cigarrillo.
Este nace del fuego… se produce cuando uno, resucitando el fuego lánguido, lo aspira con ansiedad y luego lo deja escapar de los labios con determinación y a veces torpeza.
Pero el humo, a pesar de salir veloz de la boca, de pronto se detiene por unos instantes y mantiene una forma particular posado en el…
Luego de converger con ese aire que lo sostiene, morirá a manos del mismo al ser llevado a la deriva. Yo creo que la vida es algo como eso.
Deje de razonarlo cuando la vi levantarse y salir por la puerta al paraíso de la brisa invernal, entonces salí detrás de ella con convicción.
Se dirigió al parque mas cercano, de esos que casi no existen por poseer lagos y patitos.
Se sentó en el borde y se echo a llorar. Me conmovió realmente, pero no tuve tiempo de nada por que casi al instante se hallaba inmersa en una risa histérica.
Se levanto y camino sin rumbo a sol y a sombra, atravesando árboles y fuentes sórdidas, mientras yo la seguía sin que lo notara.
Después de una hora de vagar volvió al borde del lago y se echo a retozar en la hierba.
El impulso estaba a punto de arrojarme sobre ella, pero de la nada apareció un chico alto y de mirada de un gris helado. Tenia el aspecto entre bohemio y peregrino de los poetas tan bien descritos por Sartre. Se acostó al lado de la bella y luego de un momento de muda contemplación se besaron. No sentí celos para nada, ambas criaturas poseían una belleza que me atrapaba por igual, ese tipo de belleza que en el descuido te devuelve de a ratos a tu infancia. Cruzaron algunas palabras y se miraron serios, como contemplando el vacío. El partió y ella se entrego nuevamente al retozo.
Entonces volvían la frustración y la locura y me arroje sobre ella en un mar de confusión y besos alterados.
Su boca era tersa… parecía de seda. Lo que mas me turbaba era que ella no se negaba, me correspondía. Eso me turbo mas que el haberla estrangulado con mis dos manos,
Que haberla dejado entre un rosal oxidado y un pino ceniciento de años y años.
Parecía dormir en otro mundo más bello. Parecía esperar despertar… pero el peso de la muerte no la dejaba respirar.
Con ardiente horror y dolor por lo que había hecho, volví al “Voyeur” y sentir… si, sentir, como ella ya no estaba.
Entonces lo vi a el entrar en la casa de ella. Pero ella es ya otra historia.

II/ camino desde la esquina con paso rápido y solo se detuvo en el quiosco dos casas antes de la suya. Era hermoso y lo sabia… sus gestos cuando se sentó y fumo siete cigarrillos sin pausa en el portal de la casa, eran la dicha de cualquier pintor.
Después entro y salio varias veces dejando las ventanas abiertas de par en par.
Sentí esa locura y esa frustración de pesadilla y cruce la calle hacia la puerta ahora cerrada.
Mire por la ventana y lo perderse en el cuarto de baño. Entonces sin que nadie me viera a pesar de lo extraño de la situación, me metí en la casa por la ventana.
En silencio me oculte detrás de la puerta de la habitación casi vacía, solo con una pila de incontables libros en el piso y un colchón sin cama. Estaba lleno de valijas y bolsos que parecían ser hechos con prisa.
Al rato salio con una toalla cubriéndole las piernas largas, Salí de mi escondite y lo abrace por atrás. El no mostró ningún asombro, se dio vuelta y para mi sorpresa me beso con gran pasión.
Me abrazo como si yo fuese su juguete mas adorado… y eso me turbo mas que haberlo apuñalado con una daga pequeña que de pronto se había deslizado en mi mano.
Me turbo más que la sensación del peso muerto de su abrazo final, cuando sus brazos cayeron a sus lados ya sin fuerza.
Lo vi, desnudo y desangrándose… y volví a sentir horror y dolor.
Entonces huí y jamás volví. Nadie me vio ni me acuso de nada… la gente ni me notaba.
Y entonces sospeche y después de arrojarme en una mesa cualquiera del bar… comencé a pensar. Pero yo soy otra historia.

III/ los sucesos inexplicables ocurridos se empujaban para hacerse ver en el cuadro de mi cabeza.
¿Quién era yo? ¿Qué hacia y por que lo hacia? No pude responderme y no tenía indicios de mi persona, de mi identidad ni mi procedencia.
Entonces lo entendí en un lapso de lucidez provocado por la pena…
Yo era esa chica, y yo era ese chico. Era la esencia miscible de ambos.
Entonces era la agonía de su amor… y por esto estaba en estado terminal, de modo espiritual… y el doctor no existía… y yo era nada, era esencia de algo que había muerto.
¿Se habían matado entre ellos literalmente o solo de un modo poético a modo de adiós?
Yo era ahora ese humo llevado a la deriva… tenia una función que había cumplido.
Pero era injusto… brutal. Ellos murieron de modo rápido y casi sin dolor.
Muertos o no, lo estaban hace tiempo con el declive de su amor.
Sutiles y desinteresados me dejaron ir, muriendo.
Mientras yo agonizo.


Aysha Iara

martes, 10 de abril de 2007

Nuevo genero de cine:Peliculas para Drogadictos


no se si notaron que hay peliculas para drogadictos.
las hay celebres y las hay no tan celebres...generalmente uno puede utilizar cualquier pelicula para flashearla,pero he sentido en carne propia lo triste de ver algunas que en estado normal,no provocan nada.
he aqui mi lista de peliculas para drogadictos:
-the wall.
-la naranja mecanica.
-trainspotting.
-top secret.
-todas las de frank zappa.
-todas las de zeppelin.
-the doors.
-dazed and confussed.
-24 hurs party people.
-syd y nancy.
-la de los pistols.
-virgenes suicidas.
-velvet goldmine.
-almoust famous.
-dvds de los simpsons y otras series locas...
-yellow submarine.
-amelie.
-melinda melinda.
-bueno,todas las de woody allen...
-el padrino.
-scarface,casino,y etc de ese genero.
-perros de la calle.
-pulp fiction.
-cualquiera de adolecentes perdidos...(cuanto menos yankis mejor,en lo posible)
-cualquiera de cosas improbables en la vida real...
-faight club.
-cualquiera de terror inteligente o barato...
...etc etc etc...


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peliculas para drogadictos es un genero muy explotado,en donde podemos ver obras maestras y pelotudeses varias que nos hacen estallar...
y otras que uno luego se arrepiente de ver.
somos consumidores de todo tipo de peliculas...ubicables en este genero.

asi que ya saben,padres de familia...
si su hijo/a vio mas de 30 veces the wall como yo,es un drogadicto...
si su hija/o vio la naranja mecanica y salio a patear gente,es una drogadicta.
ja!!!
cuidense,el genero lo es todo a veces.

Basta de campañas!!!

no se dieron cuenta de que estamos en campaña??? no? en serio? no!??!!!
para empezar,yo noto estas temporadas de antemano,uno empieza a despertarse por los ruidos de las construcciones (insoportables) que hacen en las puertas de cada casa a traves de todas las veredas...
si,uno vuelve tipo 7 u 8 de la mañana se acuesta,y al rato se oye el PRRRR RRRPPP PSSRRRSS TRRRR de las maquinas de la discordia.
basta!!!
basta telerman,macri,filmus y el resto...
ensima,lo mas ridiculo,hacen una especie de tour tentativo de votos por los barrios.
pero porque tengo que ir a comprar pan y encontrarme a macri hablando con travestis???
por que tngo que ir al colegio y ver a telerman hablando con doña rosita la panadera y elsa la portera del estado de la economia barrial o del clima???
no es necesario que salgan a recorrer la cuidad barrio por barrio,a llevar caramelos a villas, a inagurar cada puente de mierda con entusiasmo casi febril...
yo puedo abstenerme de verlos,por que ya estaban en todos lados,se los ve en diarios,noticieros,afiches...
basta!!!
basta,basta! candidatos a algo...basta!
ademas todas esas construcciones de mierda,jamas van a ser terminadas,sepalo sra!
sepa que apenas se termine de votar,todas quedan igual de mal que como estban,o peor.
y hablemos de otra consecuencia de estar en campaña:la poda indiscriminada de arboles callejeros.

uno cada dia sale a la calle y ve los restos de los arboles que fueron y jamas seran (??)
de verdad,podan cualquier cosa,incluso arbolitos insignificantes que aun estan creciendo,de esos que no sirven ni pa darle sombra a una bicicleta.
el otro dia,vi algo realmente sorprendente:
una vieja vecina,se aferraba a su arbolito con desesperacion porque dos hombres podadores querian mutilar su arbol.
y la señora gritaba y chillaba sin compacion...pero en fin,tiene razon.
estaba en baton,con las bolsas de compra volviendo a su hogar y de repente vio como iban a destrozar su arbol,y enloquecio.

basta de podar cualquier cosa y en cualquier epoca!!!
BASTA DE CAMPAÑA!!!!
DEJEN DE HACER TURISMO CARRETERA POR LOS BARRIOS CARENCIADOS CON SUS SUPER AUTOS!!!
BASTAAAAAAAAAAAA!

sábado, 7 de abril de 2007


LA CASA DEL ESPEJO

Desde luego hay una cosa de la que estamos bien seguros y es que el gatito blanco no tuvo absolutamente nada que ver con todo este enredo... fue enteramente culpa del gatito negro. En efecto, durante el último cuarto de hora, la vieja gata había sometido al minino blanco a una operación de aseo bien rigurosa (y hay que reconocer que la estuvo aguantando bastante bien); así que está bien claro que no pudo éste ocasionar el percance.
La manera en que Dina les lavaba la cara a sus mininos sucedía de la siguiente manera: primero sujetaba firmemente a la víctima con un pata y luego le pasaba la otra por toda la cara, sólo que a contrapelo, empezando por la nariz: y en este preciso momento, como antes decía, estaba dedicada a fondo al gatito blanco, que se dejaba hacer casi sin moverse y aún intentando ronronear... sin duda porque pensaba que todo aquello se lo estarían haciendo por su bien.
Pero el gatito negro ya lo había despachado Dina antes aquella tarde y así fue como ocurrió que, mientras Alicia estaba acurrucada en el rincón de una gran butacona, hablando consigo misma entre dormida y despierta, aquel minino se había estado desquitando de los sinsabores sufridos, con las delicias de una gran partida de pelota a costa del ovillo de lana que Alicia había estado intentando devanar y que ahora había
rodado tanto de un lado para otro que se había deshecho todo y corría, revuelto en nudos y marañas, por toda la alfombra de la chimenea, con el gatito en medio dando carreras tras su propio rabo.
-¡Ay, pero qué malísima que es esta criatura!- exclamó Alicia agarrando al gatito y dándole un besito para que comprendiera que había caído en desgracia. -¡Lo que pasa es que Dina debiera de enseñarles mejores modales! ¡Sí señora, debieras haberlos educado mejor, Dina! ¡Y además creo que lo sabes! añadió dirigiendo una mirada llena de reproches a la vieja gata y hablándole tan severamente como podía... y entonces se encaramó en su butaca llevando consigo al gatito y el cabo del hilo de lana para empezar a devanar el ovillo de nuevo. Pero no avanzaba demasiado de prisa ya que no hacía más que hablar, a veces con el minino y otras consigo misma. El gatito se acomodó, muy comedido, sobre su regazo pretendiendo seguir con atención el progreso del devanado, extendiendo de vez en cuando una patita para tocar muy delicadamente el ovillo; como si quisiera echarle una mano a Alicia en su trabajo.
-¿Sabes qué día será mañana? -empezó a decirle Alicia-. Lo sabrías si te hubieras asomado a la ventana conmigo... sólo que como Dina te estaba lavando no pudiste hacerlo. Estuve viendo cómo los chicos reunían leña para la fogata... ¡y no sabes la de leña que hace falta, minino! Pero hacía tanto frío y nevaba de tal manera que tuvieron que dejarlo. No te preocupes, gatito, que ya veremos la hoguera mañana! Al llegar a este punto, a Alicia se le ocurrió darle dos o tres vueltas de lana alrededor del cuello al minino, para ver cómo le quedaba, y esto produjo tal enredo que el ovillo se le cayó de las manos y rodó por el suelo dejando tras de sí metros y metros desenrollados.
-¿Sabes que estoy muy enojada contigo, gatito? -continuó Alicia cuando pudo acomodarse de nuevo en la butacona-, cuando vi todas las picardías que habías estado haciendo estuve a punto de abrir la ventana y ponerte fuera de patitas en la nieve! ¡Y bien merecido que te lo tenías, desde luego, amoroso picarón! A ver, ¿qué vas a decir ahora para que no te dé? ¡No me interrumpas! -le atajó en seguida Alicia,
amenazándole con el dedd-: ¡voy a enumerarte todas tus faltas! Primera: chillaste dos veces mientras Dina te estaba lavando la cara esta mañana; no pretenderás negarlo, so fresco, que bien que te oí! ¿Qué es eso que estás diciendo? (haciendo como que oía lo que el gatito le decía) ¿que si te metió la pata en un ojo? Bueno, pues eso también fue por tu culpa, por no cerrar bien el ojo... si no te hubieses empeñado en tenerlo abierto no te habría pasado nada, ¡ea! ¡Y basta ya de excusas: escúchame bien! Segunda falta: cuando le puse a Copito de nieve su platito de leche, fuiste y la agarraste por la cola para que no pudiera bebérsela. ¿Como?, ¿que tenías mucha sed?, bueno, ¿y acaso ella no? ¡Y ahora va la tercera: desenrollaste todo un ovillo de lana cuando no estaba mirando!
-¡Van ya tres faltas y todavía no te han castigado por ninguna! Bien sabes que te estoy reservando todos los castigos para el miércoles de la próxima semana... ¿Y qué pasaría si me acumularan a mi todos mis castigos, -continuó diciendo, hablando más consiogo misma que con el minino, -qué no me harían a fin de año? No tendrían más remedio que mandarme a la cárcel supongo, el día que me tocaran todos juntos. O si no, veamos... supongamos que me hubieran castigado cada vez a quedarme sin cenar; entonces cuando llegara el terrible día en que me tocara cumplir todos los castigos ¡me tendría que quedar sin cenar cincuenta comidas! Bueno, no creo que eso me importe tantísimo. ¡Lo prefieío a tener que comérmelas todas de una vez!
-¿Oyes la nieve golpeando sobre los cristales de la ventana, gatito? ¡Qué sonido más agradable y más suave! Es como si estuvieran dándole besos al cristal por fuera. Me pregunto si será por amor por lo que la nieve besa tan delicadamente a los árboles y a los campos, cubriéndolos luego, por decirlo así, con su manto blanco; y quizá les diga también «dormid ahora, queridos, hasta que vuelva de nuevo el verano»; y cuando se despiertan al llegar el verano, gatito, se visten todos de verde y danzan ligeros... siempre al vaivén del viento. ¡Ay, qué cosas más bonitas estoy diciendo! -exclamó Alicia, dejando caer el ovillo para batir palmas, -¡Y cómo me gustaría que fuese así de verdad! ¡Estoy
segura de que los bosques tienen aspecto somnoliento en el otoño, cuando las hojas se les ponen doradas!
-Gatito ¿sabes jugar al ajedrez? ¡Vamos, no sonrías, querido, que te lo estoy preguntando en serio! Porque cuando estábamos jugando hace un ratito nos estabas mirando como si de verdad comprendieras el juego; y cuando yo dije «jaque» ¡te pusiste a ronronear! Bueno, después de todo aquel jaque me salió bien bonito... y hasta creo que habría ganado si no hubiera sido por ese perverso alfil que descendió cimbreándose por entre mis piezas. Minino, querido, juguemos a que tú eres... y al llegar a este punto me gustaría contaros aunque sólo fuera la mitad de todas las cosas que a Alicia se le ocurrían cuando empezaba con esa frase favorita de «juguemos a ser...» Tanto que ayer estuvo discutiendo durante largo rato con su hermana sólo porque Alicia había empezado diciendo «juguemos a que somos reyes y reinas»; y su hermana, a quien le gusta ser siempre muy precisa, le había replicado que cómo iban a hacerlo si entre ambas sólo podían jugar a ser dos, hasta que finalmente Alicia tuvo que zanjar la cuestión diciendo -Bueno, pues tu puedes ser una de las reinas, y yo seré todas las demás-. Y otra vez, le pegó un susto tremendo a su vieja nodriza cuando le gritó súbitamente al oído --¡Aya! ¡Juguemos a que yo soy una hiena hambrienta y tu un jugoso hueso!
Pero todo esto nos está distrayendo del discurso de Alicia con su gatito: -¡Juguemos a que tu eres la Reina roja, minino! ¿Sabes?, creo que si te sentaras y cruzaras los brazos te parecerías mucho a ella. ¡Venga, vamos a intentarlo! Así me gusta... -Y Alicia cogió a la Reina roja de encima de la mesa y la colocó delante del gatito para que viera bien el modelo que había de imitar; sin embargo, ]a cosa no resultó bien, principalmente porque como dijo Alicia, el gatito no quería cruzarse de brazos en la forma apropiada. De manera que, para castigarlo, lo levantó para que se viera en el espejo y se espantara de la cara tan fea que estaba poniendo... -y si no empiezas a portarte bien desde ahora mismo -anadió- te pasaré a través del cristal y te pondré en la casa del espejo! ¿Cómo te gustaría eso?
-Ahora que si me prestas atención, en lugar de hablar tanto, gatito, te contaré todas mis ideas sobre la casa del espejo. Primero, ahí está el cuarto que se ve al otro lado del espejo y que es completamente igual a nuestro salón, sólo que con todas las cosas dispuestas a la inversa... todas menos la parte que está justo del otro lado de la chimenea. ¡Ay, cómo me gustaría ver ese rincón! Tengo tantas ganas de saber si también ahí encienden el fuego en el invierno... en realidad, nosotros, desde aquí, nunca podremos saberlo, salvo cuando nuestro fuego empieza a humear, porque entonces también sale humo del otro lado, en ese cuarto... pero eso puede ser sólo un engaño para hacernos creer que también ellos tienen un fuego encendido ahí. Bueno, en todo caso, sus libros se parecen a los nuestros, pero tienen las palabras escritas al revés: y eso lo sé porque una vez levanté uno de los nuestros al espejo y entonces los del otro cuarto me mostraron uno de los suyos.
-¿Te gustaría vivir en la casa del espejo, gatito? Me pregunto si te darían leche allí; pero a lo mejor la leche del espejo no es buena para beber... pero ¡ay, gatito, ahí está ya el corredor! Apenas si puede verse un poquitifo del corredor de la casa del espejo, si se deja la puerta de nuestro salón abierta de par en par: y por lo que se alcanza a ver desde aquí se parece mucho al nuestro sólo que, ya se sabe, puede que sea muy diferente más allá. ¡Ay, gatito, qué bonito sería si pudiéramos penetrar en la casa del espejo! ¡Estoy segura que ha de tener la mar de cosas bellas! Juguemos a que existe alguna manera de atravesar el espeio; juguemos a que el cristal se hace blando como si fuera una gasa de forma que pudiéramos pasar a través. ¡¿Pero, cómo?! ¡¡Si parece que se está empañando ahora mismo y convirtiéndose en una especie de niebla!! ¡Apuesto a que ahora me sería muy fácil pasar a través! --Mientras decía esto, Alicia se encontró con que estaba encaramada sobre la repisa de la chimenea, aunque no podía acordarse de cómo había llegado hasta ahí. Y en efecto, el cristal del espejo se estaba disolviendo, deshaciéndose entre las manos de Alicia, como si fuera una bruma plateada y brillante.
Un instante más y Alicia había pasado a través del cristal y saltaba con
ligereza dentro del cuarto del espejo. Lo primero que hizo fue ver si había un fuego encendido en su chimenea y con gran satisfacclon comprobó que, efectivamente, había allí uno, ardiendo tan brillantemente como el que había dejado tras de sí -De forma que estaré aquí tan calentita como en el otro cuarto -pensó Alicia-más caliente aún, en realidad, porque aquí no habrá quien me regañe por acercarme demasiado al fuego. ¡Ay, qué gracioso va a ser cuando me vean a través del espejo y no puedan alcanzarme!
Entonces empezó a mirar atentamente a su alrededor y se percató de que todo lo que podía verse desde el antiguo salón era bastante corriente y de poco interés, pero que todo lo demás era sumamente distinto. Así, por ejemplo, los cuadros que estaban a uno y otro lado de la chimenea parecían estar llenos de vida y el mismo reloj que estaba sobre la repisa (precisamente aquel al que en el espejo sólo se le puede ver la parte de atrás) tenía en la esfera la cara de un viejecillo que la miraba sonriendo con picardía.
-Este salón no lo tienen tan bien arreglado como el otro-pensó Alicia, al ver que varias piezas del ajedrez yacían desperdigadas entre las cenizas del hogar; pero al momento siguiente, y con un «¡ah!» de sorpresa, Alicia se agachó y a cuatro patas se puso a contemplarlas: ¡las piezas del ajedrez se estaban paseando por ahí de dos en dos!
-Ahí están el Rey rojo y la Reina roja -dijo Alicia muy bajito por miedo de asustarlos, -y allá están el Rey blanco y la Reina blanca sentados sobre el borde de la pala de la chimenea... y por ahí van dos torres caminando del brazo... No creo que me puedan oír continuó Alicia-y estoy casi segura de que no me pueden ver. Siento como si en cierto modo me estuviera volviendo invisible.
En ese momento algo que estaba sobre la mesa detrás de Alicia empezó a dar unos agudos chillidos; Alicia volvió la cabeza justo a tiempo para ver como uno de los peones blancos rodaba sobre la tapa e iniciaba una notable pataleta: lo observó con gran curiosidad para ver qué iba a suceder luego.
-¡Es la voz de mi niña! -gritó la Reina blanca, mientras se abalanzaba
hacia donde estaba su criatura, dándole al Rey un empellón tan violento que lo lanzó rodando por entre las cenizas. -¡Mi precioso lirio! ¡Mi imperial minina!- y empezó a trepar como podía por el guardafuegos de la chimenea.
-¡Necedades imperiales!- bufó el Rey, frotándose la nariz que se había herido al caer y, desde luego, tenía derecho a estar algo irritado. con la Reina pues estaba cubierto de cenizas de pies a cabeza.
Alicia estaba muy ansiosa por ser de alguna utilidad y como veía que a la pobre pequeña que llamaban Lirio estaba a punto de darle un ataque a fuerza de vociferar, se apresuró a auxiliar a la Reina; cogiendola con la mano y levantándola por los aires la situó sobre la mesa al lado de su ruidosa hijita.
La Reina se quedó pasmada del susto: la súbita trayectoria por los aires la había dejado sin aliento y durante uno o dos minutos no pudo hacer otra cosa que abrazar silenciosamente a su pequeño Lirio. Tan pronto hubo recobrado el habla le gritó al Rey, que seguía sentado, muy enfurruñado, entre las cenizas -¡Cuidado con el volcán!
-¿Qué volcán?- preguntó el Rey mirando con ansiedad hacia el fuego de la chimenea, como si pensara que aquel fuese el lugar más indicado para encontrar uno.
-Me... lanzó... por... los aires-jadeó la Reina, que aún no había recobrado del todo el aliento. -Procura subir aquí arriba... por el camino de costumbre... ten cuidado... ¡No dejes que una explosión te haga volar por los aires!
Alicia observó al Rey blanco mientras este trepaba trabajosamente de barra en barra por el guardafuegos, hasta que por fin le dijo -¡Hombre! A ese paso vas a tardar horas y horas en llegar encima de la mesa. ¿No sería mejor que te ayudase un poco?- pero el Rey siguió adelante sin prestarle la menor atención: era evidente que no podía ni oírla ni verla. Así pues, Alicia lo cogió muy delicadamente y lo levantó por el aire llevándolo hacia la mesa mucho más despacio de lo que había hecho con la Reina, para no sobresaltarlo; pero antes de depositarlo en ella quiso aprovechar para limpiarlo un poco pues estaba realmente cubierto
de cenizas. Más tarde Alicia diría que nunca en toda su vida había visto una cara como la que puso el Rey entonces, cuando se encontró suspendido en el aire por una mano invisible que además le estaba quitando el polvo: estaba demasiado atónito para emitir sonido alguno, pero se le desorbitaban los ojos y se le iban poniendo cada vez más redondos mientras la boca se le abría más y más; a Alicia empezó a temblarle la mano de la risa que le estaba entrando de verlo así y estuvo a punto de dejarlo caer al suelo.
-¡Ay, por Dios, no pongas esa cara, amigo! -exclamó olvidandose por completo de que el Rey no podía oírla.
-¡Me estás haciendo reir de tal manera que apenas si puedo sostenerte con la mano! ¡Y no abras tanto la boca que se te va a llenar de cenizas!... ¡Vaya! Ya parece que está bastante limpio -añadió mientras le alisaba los cabellos y lo depositaba al lado de la Reina.
El Rey se dejó caer inmediatamente de espaldas y se quedó tan quieto como pudo; Alicia se alarmó entonces un poco al ver las consecuencias de lo que había hecho y se puso a dar vueltas por el cuarto para ver si encontraba un poco de agua para rociársela. Lo único que pudo encontrár, sin embargo, fue una botella de tinta y cuando volvió con ella a donde estaba el Rey se encontró con que ya se había recobrado y estaba hablando con la Reina; ambos susurraban atemorizados y tan quedamente que Alicia apenas si pudo oír lo que se decían.
El Rey estaba entonces diciéndole a la Reina: -¡Te aseguro, querida, que se me helaron hasta las puntas de los bigotes!
A lo que la Reina le replicó: -¡Pero si no tienes ningún bigote! -iNo me olvidaré jamás, jamás -continuó el Rey-del horror de aquel momento espantoso!
-Ya verás como sí lo olvidas -convino la Reina-si no redactas pronto un memorandum del suceso.
Alicia observó con mucho interés cómo el Rey sacaba un enorme
cuaderno de notas del bolsillo y empezaba a escribir en él. Se le ocurrió entonces una idea irresistible y cediendo a la tentación se hizo con el extremo del lápiz, que se extendía bastante más allá por encima del hombro del Rey, y empezó a obligarle a escribir lo que ella quería.
El pobre Rey, poniendo cara de considerable desconcierto y contrariedad, intentó luchar con el lápiz durante algún tiempo sin decir nada; pero Alicia era demasiado fuerte para él y al final jadeó: -¡Querida! Me parece que no voy a tener más remedio que conseguir un lápiz menos grueso. No acabo de arreglármelas con este, que se pone a escribir toda clase de cosas que no responden a mi intención... -¿Qué clase de cosas! -interrumpió la Reina, examinando por encima el cuaderao (en el que Alicia había anotado el caballo blanco se está deslizando por el hierro de la chimenea. Su equilibrio deja mucho que desear)-. ¡Eso no responde en absoluto a tus sentimientos!
Un libro yacía sobre la mesa, cerca de donde estaba Alicia, y mientras ésta seguía observando de cerca al Rey (pues aún estaba un poco preocupada por él y tenía la tinta bien a mano para echársela encima caso de que volviera a darle otro soponcio) comenzó a hojearlo para ver si encontraba algún párrafo que pudiera leer, -...pues en realidad parece estar escrito en un idioma que no conozco-se dijo a sí misma. Y en efecto, decía así: Durante algún tiempo estuvo intentando descifrar este pasaje, hasta que al final se le ocurrió una idea luminosa: -¡Claro! ¡Como que es un libro del espejo! Por tanto, si lo coloco delante del espejo las palabras se pondrán del derecho.
Y este fue el poema que Alicia leyó entonces:

GALIMATAZO

Brillaba, brumeando negro, el sol; agiliscosos giroscaban los limazones banerrando por las váparas lejanas; mimosos se fruncían los borogobios
mientras el momio rantas murgiflaba.

¡Cuidate del Galimatazo, hijo mío! ¡Guárdate de los dientes que trituran Y de las zarpas gue desgarran! ¡Cuidate del pájaro Jubo-Jubo y que no te agarre el frumioso Zamarrajo!

Valiente empuñó el gladio vorpal; a la hueste manzona acometió sin descanso; luego, reposóse bajo el árbol del Tántamo y quedóse sesudo contemplando...

Y asi, mientras cabilaba firsuto. ¡¡Hete al Galimatazo, fuego en los ojos, que surge hedoroso del bosque turgal y se acerca raudo y borguejeando!!

¡Zis, zas y zas! Una y otra vez zarandeó tijereteando el gladio vorpal! Bien muerto dejó al monstruo, y con su testa ¡volvióse triunfante galompando!

¡¿Y haslo muerto?! ¡¿Al Galimatazo?! ¡Ven a mis brazos, mancebo sonrisor! ¡Qué fragarante día! ¡Jujurujúu! ¡Jay, jay! Carcajeó, anegado de alegria.

Pero brumeaba ya negro el sol agiliscosos giroscaban los limazones banerrando por las váparas lejanas, mimosos se fruncian los borogobios mientras el momio rantas necrofaba...
-Me parece muy bonito -dijo Alicia cuando lo hubo terminado-, sólo que es algo diflcil de comprender (como veremos a Alicia no le gustaba confesar, y ni siquiera tener que reconocer ella sola, que no podía encontrarle ni pies ni cabeza al poema). Es como si me llenara la cabeza de ideas, ¡sólo que no sabría decir cuáles son! En todo caso, lo que sí está claro es que alguien ha matado a algo...
-Pero ¡ay! ¡Si no me doy prisa voy a tener que volverme por el espejo antes de haber podido ver cómo es el resto de esta casa! ¡Vayamos primero a ver el jardín!
Salió del cuarto como una exhalación y corrió escaleras abajo... aunque, pensándolo bien, no es que corriera, sino que parecía como si hubiese inventado una nueva manera de descender veloz y rápidamente por la escalera, como se dijo Alicia a sí misma: le bastaba con apenas apoyar la punta de los dedos sobre la barandilla para flotar suavemente hacia abajo sin que sus pies siquiera tocaran los escalones. Luego, flotó por el vestíbulo y habría continuado, saliendo despedida por la puerta del jardín, si no se hubiera agarrado a la jamba. Tanto flotar la estaba mareando, un poco, así que comprobó con satisfacción que había comenzado a andar de una manera natural.
EL JARDIN DE LAS FLORES VIVAS -Veré mucho mejor cómo es el jardín -se dijo Alicia-si puedo subir a la cumbre de aquella colina; y aqui veo un sendero que conduce derecho allá arriba...; bueno, lo que es derecho, desde luego no va... -aseguró cuando al andar unos cuantos metros se encontró con que daba toda clase de vueltas y revueltas-...pero supongo que llegaíá allá arriba al final. Pero ¡qué de vueltas no dará este camino! ¡Ni que fuera un sacacorchos! Bueno, al menos por esta curva parece que se va en dirección a la colina. Pero no, no es así. ¡Por quí vuelvo derecho a la casa! Bueno, probaré entonces por el otro lado.
Y así lo hizo, errando de un lado para otro, probando por una curva y luego por otra; pero siempre acababa frente a la casa, hiciera lo que hiciese. Incluso una vez, al doblar una esquina con mayor rapidez que
las otras, se dio contra la pared antes de que pudiera detenerse. -De nada le valdrá insistir -dijo Alicia, mirando a la casa como si ésta estuviese discutiendo con ella-. Desde luego que no pienso volver allá dentro ahora, porque sé que si lo hiciera tendría que cruzar el espejo... volver de nuevo al cuarto y... ¡ahí se acabarían mis aventuras!
De forma que con la mayor determinación volvió la espalda a la casa e itentó nuevamente alejarse por el sendero, decidida a continuar en esa dirección hasta llegar a la colina. Durante algunos minutos todo parecía estar saliéndole bien y estaba precisamente diciéndose -esta vez sí que lo logro-cuando de pronto el camino torció repentinamente, con una sacudida, como lo describió Alicia más tarde, y al momento se encontró otra vez andando derecho hacia la puerta.
-Pero ¡qué lata! -exclamó-. ¡Nunca he visto en toda mi vida una casa que estuviese tanto en el camino de una! ¡Qué estorbo!
Y sin embargo, ahí estaba la colina, a plena vista de Alicia; de forma que no le cabía otra cosa que empezar de nuevo. Esta vez, el camino la llevó hacia un gran macizo de flores, bordeado de margaritas, con un guayabo plantado en medio.
-¡Oh, lirio irisado! -dijo Alicia, dirigiéndose hacia una flor de esa especie que se mecía dulcemente con la brisa-. ¡Cómo me gustaria que pudieses hablar!
-¡Pues claro que podemos hablar! -rompió a decir el lirio-, pero sólo lo hacemos cuando hay alguien con quien valga la pena de hacerlo. Alicia se quedó tan atónita que no pudo decir ni una palabra durante algún rato: el asombro la dejó sin habla. Al final, y como el lirio sólo continuaba meciéndose suavemente, se decidió a decirle con una voz muy tímida, casi un susurro: -¿Y puedcn hablar también las demás flores?
Tan bien como tú -replicó el iris-, y desde luego bastante más alto que tú.
-Por cortesía no nos corresponde a nosotras hablar primero, ¿no es verdad? -dijo la rosa-. pero ya me estaba yo preguntando cuándo ibas a hablar de una vez, pues me decía: «por la cara que tiene, a esta chica
no debe faltarle el seso, aunque no parezca tampoco muy inteligente». De todas formas tienes el color adecuado y eso es, después de todo, lo que más importa.
-A mí me trae sin cuidado el color que tenga -observó el lirio-. Lo que es una lástima es que no tenga los pétalos un poco más ondulados, pues estaría mucho mejor.
A Alicia no le estaba gustando tanta crítica, de forma que se puso a preguntarles cosas: -¿A vosotras no os da miedo estar plantadas aquí solas sin nadie que os cuide?
-Para eso está ahí en medio el árbol -señaló la rosa-. ¿De qué serviría si no?
-Pero ¿qué podría hacer en un momento de peligro? -continuó preguntando Alicia.
-Podría ladrar -contestó la rosa. ¡Ladra «guau, guau»! -exclamó una margarita-, por eso lo llaman «guayabo».
-¡¿No sabías eso?! -exclamó otra margarita, y empezaron todas a vociferar a la vez, armándose un guirigay ensordecedor de vocecitas agudas.
-¡A callar todas vosotras! -les gritó el lirio irisado, dando cabezadas apasionadamente de un lado para otro y temblando de vehemencia-. ¡Saben que no puedo alcanzarlas! -jadeó muy excitado, inclinado su cabeza hacia Alicia, que si no ya verían lo que es bueno!
-No te importe -le dijo Alicia conciliadoramente, para tranquilizarlo. E inclinándose sobre las margaritas, que estaban precisamente empezando otra vez a vocifprar, les susurró: -Si no os calláis de una vez ¡os arranco a todas!
En un instante se hizo el silencio y algunas de las margaritas rosadas se pusieron lívidas.
-¡Así me gusta! -aprobó el lirio-. ¡Esas margaritas son las peores! ¡Cuando uno se pone a hablar, rompen todas a chillar a la vez de una forma tal que es como para marchitarse!
-¿Y cómo es que podéis hablar todas tan bonitamente? -preguntó Alicia, esperando poner al lirio de buen humor con el halago-. He estado en muchos jardines antes de este, pero en ninguno en que las flores pudiesen hablar.
-Coloca la palma de la mano sobre el lecho de tierra de nuestro macizo, -le ordenó el lirio-y entonces comprenderás por qué.
Así lo hizo Alicia. -Está muy dura la tierra de este lecho -comentó-, pero aún así no veo qué tiene que ver eso.
-En la mayor parte de los jardines -explicó el lirio-los lechos de tierra son tan muelles... que se amodorran las flores.
Eso le pareció a Alicia una razón excelente y se quedó muy complacida de conocerla.
¡Nunca lo habría pensado! -comentó admirada. En mi opinión, tú nunca has pensado en nada -sentenció la rosa con alguna severidad.
-Nunca vi a nadie que tuviera un aspecto más estúpido -dijo una violeta de una manera tan súbita que Alicia dio un respingo, pues hasta ese momento no había dicho ni una palabra.
-¡A callar! -le gritó el lirio irisado-. ¡Como si tú vieras alguna vez a alguien! Con la cabeza siempre tan disimulada entre las hojas, ¡estás siempre roncando y te enteras de lo que pasa en el mundo menos que un capullo!
-¿Por casualidad hay alguna otra persona como yo en el jardín? --preguntó Alicia, prefiriendo no darse por enterada del comentario de la rosa.
-Pues hay otra flor que se mueve por el jardín como tú -le contestó ésta-. Me pregunto ¿cómo os la arregláis?
-Siempre te estás preguntando algo -rezongó el lirio irisado. Continuó la violeta: -Pero tiene una corola más tupida que la tuya.
-¿Se parece a mí? -preguntó Alicia con mucha viveza, pues le pasaba por la mente la idea de que ¡a lo mejor hubiera otra niña como ella en
aquel jardín! Bueno, la otra tiene un cuerpo tan mal hecho como el tuyo -explicó la rosa-, pero es más encarnada... y con pétalos algo más cortos, me parece...

Escucho Pasos.


Escucho pasos…pero no son pasos.
Son latidos nítidos y concisos.
Dan escalofríos, casi detienen los propios.
Los latidos marcan un ritmo único, determinado…
De ahí la confusión de los pasos.
Pero parecen perdidos, lejanos…quizás hasta desolados.
¿Estarán perdidos?
Quizás fueron abandonados por un cuerpo que no
Resistió semejante carga de latidos.
¿Son realmente latidos ajenos? ¿Podrían ser los propios
Formando una melodía hermosa y melancólica?
Pero que inocente que soy…
A veces olvido que a los muertos no nos late el corazón.
Debe ser la forense otra vez…aunque no suena como ella…
Ya ni se a que suena.
¿De que sirve morirse si no se puede descansar?
Uno no puede descansar si se la pasa pensando y pensando.
Debería callar y dormir…
Últimamente todo lo que oigo me suena a Georgia on my mind…
Maldito Ray Charles…
¡Como lo admiro!
Y si…era la forense… ¿tan desorbitado estoy?
Si fuesen dos semanas atrás, podría invitarla a bailar.
Las chicas me adoraban…pero ella no me mira como ellas.
¿Estaré perdiendo mi encanto?



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que locura morir y olvidarlo de a momentos.
morir siendo un seductor irresistible que bailaba con niñas bonitas al son de charles y holliday,e intentar seducir a la forence olvidando las pocas posibilidades de lograrlo estando muerto.
ja! que fantastico....
ojala les guste esto che...
me parece encantador.

adios

"Se Tomo Su Tiempo" pequeño cuento nuevo.


Se tomo su tiempo.

Se tomo su tiempo y pasaron casi cuatro décadas, hasta que se decidió.
Su cuerpo exudaba veneno, o por lo menos esto parecía pretender.
Llegaba en horas variadas, en mañanas ácidas o madrugadas huérfanas;
Pero llegaba siempre en los días más propicios para conversar de literaturas varias,
Siempre surgían como refugio ante el mundo, los malos amores y la mala racha.
Se las arreglaba en el café, abarrotado de celebres anónimos, para tener una taza de café negro y una buena mesa a su disposición.
Por ese entonces yo trabajaba de mesero allí, en El Puerto, y con mis escasos dieciséis años este hombre me asombraba.
Parecía severo, sincero y quizás hasta responsable.
Pero al conocerlo supimos que estaba en deuda eterna con su destino, por haberlo hundido con el muy a sabiendas de las posibles consecuencias,
Mientras se arruinaba por su prosa.
“Asesinado por su arte”, como decían en ese entonces.
Recuerdo que había veces en las que no hablaba mucho y otras en las que replicaba de modo admirable.
Cuando la discusión se tornaba batalla, parecía querer matar al contrincante a puras palabras, lanzadas a quemarropa. Contaba feliz que había compartido mesa con Vallejo y como había sido insultado, del modo mas poético y correcto posible, por Borges.
Estaba orgulloso de haberse encontrado en dos etapas cruciales de su vida con Sabato y de haberle pagado un café con medialunas a la Pizarnik aun siendo el mismo un muerto de hambre.
Conociéndolo, sabíamos que había entrado y salido del infierno varias veces, y esto no era una pose.
Hijo de una madre suicida que lo dejo solo con su padre borracho y ferroviario a los nueve años, tuvo que costearse su educación a fuerza de buey trabajando en un frigorífico hasta los diecinueve.
Su padre para ese entonces ya había muerto de un cáncer corrosivo y el con todo el peso del mundo, decidió que no había un futuro más justo para el que seguir su vocación fuese como fuese: escritor.
Según sus propias palabras su vida acabo cuando termino el secundario a los dieciocho,
Y se vio dejado en el limbo de la providencia, esa que el tanto aborrecía en su nihilismo empedernido.
Entonces el destino le mostró un camino: derecho hacia la tinta. Se hizo cargo de su karma devocionario y recomenzó su vida a los veintiuno, con un trabajo en un diario que le pagaba dos pesos de los de antes por hacer crónicas casi periodísticas y resúmenes semanales. Allí encontró tiempo para escribir poesías y descubrir el mundo.
Su vida personal carecía de encanto y el desamor de despertarse una y otra vez en diversas camas ajenas se le hizo un tedio.
Hasta que conoció a una chica, hija de buena familia, y se enamoraron sin remedio.
Se caso, se hizo hombre y padre a los veinticuatro. Pasaban malos tiempos y la esperanza de sobrevivirlos de momento, gracias al favor del suegro se desvaneció al instante cuando el mismo señor apareció un día en el portal de su casita humilde de barracas.
Se presento de modo solemne para conocer al nieto recién nacido y le anuncio a la hija rebelde, sin mirarlo a el ni una vez, que la sangre no era mas espesa que el honor de la familia.
Dejo veinte pesos de la época para el nieto y se fue para jamás volver.
Nunca supieron si se arrepintió de dejarlos a la deriva en ese estado de pobreza que los abrasaba cada vez mas o no, por que murió atragantado en medio de una cena en casa de una de las familias mas acaudaladas de la cuidad. Lo único que sabían era que ellos en el testamento ni figuraban: había exiliado a la hija del apellido familiar sin dejar huellas.
Pasaron frío y hambre, pero lo sobrellevaron del mejor modo hasta los trece años del hijo. Luego la esposa comenzó a enloquecer de modo asombroso pero progresivo: aguanto cinco años más y se tiro debajo de un tren al canto del himno francés.
El hijo estaba acabando el secundario y la casa entro en crisis.
Hasta ese entonces el seguía con su antiguo empleo y además se hacia cargo de una columna dedicada a la poesía y prosa en la sección literaria del diario, por un sueldo un poco mejor. Mientras se debatía en el dilema de ser o no llegar a ser nunca ni siquiera la sombra del escritor que había idealizado en el mismo hace tiempo.
Publico en varias revistas y hasta un par de libros de pocas tiradas y bajos recursos.
Pero después de intentos vanos, mientras se sobreponía de la muerte de la esposa y la huida definitiva del hijo a donde fuera que el no estuviera jamás, la vida le mostró la realidad: era un pésimo escritor. A secas, pésimo de verdad.
A nadie le gustaban sus prosas románticas saturadas de una melancolía azucarada casi hasta el punto del ridículo. Pero la verdad es que nadie sabia que era un amargado perdido, intentando reconciliarse con la belleza y el amor, aunque fuese por medio de sus poesías.
Entonces mas de una vez pensó en dejarse caer en alguno de los tantos vacíos que había en la cuidad, pero no tenia valor. Se deshizo ante cada oportunidad.
Todavía hoy me acuerdo de sus palabras: “hasta mi madre tuvo valor y mi propia esposa en su demencia lo logro. Pero yo no. Vi las vías que corrían debajo del puente y me eché al suelo como un nene entre lagrimas y vomite toda la ginebra que había bebido para darme valor. Todavía ahora si lo pienso me vuelven las nauseas.”
Así describía su primer gran intento ante las miradas de atención de todos en el café.
Se convirtió en un frustrado maldito, detestaba la felicidad y la infelicidad ajenas por igual: le daban lo mismo. No quería ver a nadie y nadie lo quería ver a el, salvo nosotros.
“Mira pibe si vos me preguntas porque vivo, yo te contesto que vivo por pura inercia”,
solía decirme cada vez que le recargaba la taza con el petróleo que servían por aquellos años, entre libros y Pugliese sonando de fondo.
Decía sin gloria ni pena:”para lo único que soy bueno es para escribir sobre las grandes obras de otros. Para describir vida y estilo de los magníficos de la tinta…
Y para estar dispuesto a trenzarme a cuchillazos por una encarnizada discusión de literatura con alguien.”
Era cierto, y a pesar de la acidez de sus tratos y la aridez casi marcial de sus modos,
Jamás logro envenenar a alguien al punto del odio, en El Puerto era una presencia grata, una mas de las tantas que construían ese mundito aparte.
Era un placer verlo hablar con ánimo sobre obras recientes o de la historia, mientras encendía sus Marvel negros sin filtro y cortos.
A veces se lo veía aterrorizar alguna victima, que inocente, caía en el error de discutirle
Soberbiamente cosas que sabia de sobra; o verlo en estado casi febril manteniendo en vilo la misma eterna conversación con alguno de los tantos maestros que allí pasaban horas.
Tal vez por eso lo quisimos tanto. Y tal vez por eso casi no sentimos pena cuando por fin logro su cometido, conociéndolo como lo conocíamos.
Logro acabar con eso que sentía con más pasión y dolor que su fracaso de escritor.
A la edad avanzada de sesenta y seis años, pasados entre sabanas frías de mujeronas y viudas, trabajos pobres, borracheras épicas y excelentes conversaciones con la poca gente que apreciaba, por fin lo logro.
Hallo el valor de la nada y se pego un tiro en el corazón. Murió de un modo perfectamente romántico, en el equilibrio exacto jamás alcanzado por su prosa,
Entre la belleza y la tristeza.
Lo hallaron en su cuarto de alquiler, de traje y rodeado de libros marcados por sus ultimas lecturas, pues era un lector implacable incluso ante la muerte.
Fue el suicidio mas largo de la historia, para ese entonces el ya llevaba treintaiseis años suicidándose.


Aysha Iara.


***********************************
yo espero que les guste,por que va derecho a concurso.
jaja
de vrdad,pero si no les gusta la verdad es que poco y nada me importa.

jodanse señores! si esperan leer algo que les cambie la vida....por que no leen el prospecto de la cajita del viagra y me dejan de joder???!!!!!

entre libros de kafka loco....entre marlboros comunes y botellas vacias,yo hago nacer belleza!

jodanse....
o paguenme para que deje de poner cosas escritas por mi.

la plata lo arregla todo....(??????????)
pues claro que no,boludo!
la plata no arregla nada y yo...no voy a dejar de escribir.
asi que repito....
jodanse!!!!!

jueves, 5 de abril de 2007

Sobre poesias olvidadas y recalcitrantes.


Ella es tan…
Ella es tan inocente como
Una aprendiz de nigromante.
Ella es tan eficaz como el
Toxico mas grato…
Como el veneno mas venerado.

Ella es tan superflua como el aire,
Más sedante que la demagogia
Penetrante.
Ella es eléctrica, te mira apenas y
Sin más te condena.

Ella es la causa de mis pesares y penas.
He bebido de sus labios áridos
La hiel de veneno que complace
Su ausencia, pues la verdadera
Presencia se halla en otros sitios,
Vedados por mi inconciencia.

Así y todo yo he sabido como nadie
Venerar el arco de su espalda,
Su extasiada entrepierna,
Sus ojos sin condescendencia.
Y he firmado con placer mi eterna
Sentencia.
Marcho hilarante a las puertas
De un infierno divagante.

Nada se compara a los besos
Flagelados de alguna extraña
Encarnación de demonio y ángel.
Ella me espera, porque sabe que
Al caer la noche, moriría sin consuelo
Al verme en tierras de nadie.
Le pertenezco…
Y ella, sabe.


*******************************************
en fin,asi escribia yo antes de ganar premios en prosa y narracion.
posta,ya gane 4....y uno es intercolegial de toda la capital federal,
publique en diversas revistas,etc.

y todo para nada!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

miércoles, 4 de abril de 2007

Good Times,Bad Times...

A veces creo que es demasiado bueno como para haber realmente existido.
Quizas en algun momento hasta me hagan dudar de su existencia fisica,y no espiritual.
Hablo de la perfeccion,del balance entre la melancolia y la belleza inhumanas de sus composiciones.
Syd barret,dios....que impronta trazo en Pink Floyd para el resto de sus dias.
Waters estallo en creatividad en el momento justo y se hizo cargo de esa maquina inmensa de
poder...
Gilmour,Right y Mason correspondieron de modo espectacular a sus lugares...
ahora digo,es posible que realmente hayan existido y todavia lo hagan?
Es una creatividad inhumana,para mi....va mas alla de todo.
Bueno,vean esto nada mas.
Antes de Gilmour,cuando Syd era el capitan de tales caracteristicas.

She's Electric...


Desencuentro

Alguien entra en el silencio y me abandona.
Ahora la soledad no esta sola.
Tu hablas como la noche.
Tu te anuncias como la sed.

De Malditos y Borrachos...(lean a este sr por favor)


CHARLES BUKOWSKI - VIDA DE UN VAGABUNDO



Harry se despertó en su cama con resaca. Una resaca horrible.
-Mierda -dijo en voz baja.
Había un pequeño lavabo en la habitación.
Harry se levantó, alivió su estómago en el lavabo que después aclaró con agua
del grifo, metió la cabeza debajo y bebió un poco de agua. Después se mojó la
cara y se la secó con la camiseta que llevaba puesta. Era el año 1943.
Harry cogió algunas prendas del suelo y comenzó a vestirse lentamente. Las
persianas estaban echadas y todo estaba oscuro menos los lugares donde el sol se
colaba por los trozos rotos de la persiana. Había dos ventanas. Un sitio
distinguido.
Salió pasillo adelante rumbo al retrete, cerró la puerta con llave y se sentó.
Era increíble que aún pudiese defecar. No había comido desde hacía varios días.
Dios mío, pensó, la gente tiene intestinos, boca, pulmones, orejas, ombligo,
órganos sexuales y... pelo, poros, lengua, a veces dientes, y todo lo demás...,
uñas, pestañas, dedos de los pies, rodillas, estómago... Había algo muy
fastidioso en todo eso. ¿Por qué nadie se quejaba?
Harry acabó con el áspero papel higiénico de la pensión. Seguro que las caseras
se limpiaban con algo mejor. Todas aquellas caseras tan religiosas, con maridos
muertos hace tiempo.
Se subió los pantalones, tiró de la cadena, salió de allí, bajó la escalera de
la pensión y salió a la calle. Eran las 11 de la mañana. Se dirigió hacia el
sur. La resaca era brutal, pero no le importaba. Eso significaba que había
estado en algún otro lugar, algún sitio bueno. Mientras iba andando encontró
medio cigarrillo en el bolsillo de la camisa. Se detuvo, miró el extremo negro y
aplastado, buscó una cerilla y luego intentó encenderlo. La llama no prendía.
Siguió intentándolo. Después de la cuarta cerilla, que le quemó los dedos,
consiguió dar una calada. Sintió náuseas, luego tosió. Notó que su estómago se
estremecía.
Un coche se acercó lentamente. Estaba ocupado por cuatro muchachos jóvenes.
-¡EH, TÚ, VEJESTORIO! ¡MUÉRETE! -gritó uno de ellos a Harry.
Los otros se rieron. Después se fueron.
El cigarrillo de Harry seguía encendido. Dio otra calada. Brotó una bocanada de
humo azul. Le gustaba aquella bocanada de humo azul.
Caminaba bajo el calor del sol pensando: "Voy andando y fumando un cigarrillo."
Harry caminó hasta llegar al parque que había frente a la biblioteca. Seguía
chupando el cigarrillo. Entonces la colilla le quemó los dedos y la tiró a
regañadientes. Entró en el parque y anduvo hasta encontrar un sitio entre una
estatua y unos arbustos. Era una estatua de Beethoven. Y Beethoven estaba
andando, con la cabeza gacha, las manos entrelazadas a la espalda, obviamente
pensando en algo.
Harry se agachó y se tumbó sobre la hierba. La hierba recién cortada picaba
bastante. Estaba puntiaguda, afilada, pero tenía un aroma agradable y limpio. El
aroma de la paz. Insectos diminutos comenzaron a pulular alrededor de su cara en
círculos irregulares, cruzándose unos con otros pero sin chocar jamás. Apenas
eran unas partículas, pero eran unas partículas a la búsqueda de algo. Harry
levantó la mirada, a través de las partículas, hacia el cielo. El cielo estaba
azul y endemoniadamente alto. Harry siguió mirando hacia arriba, al cielo,
intentando sacar algo en claro. Pero Harry no sacó nada en claro. Ninguna
sensación de eternidad, ni de Dios, ni siquiera del diablo. Pero uno tiene que
encontrar primero a Dios para encontrar al diablo. Van en ese orden.
A Harry no le gustaban los pensamientos profundos. Los pensamientos profundos
podían conducir a errores profundos.
Después pensó un poco en el suicidio. Tranquilamente. Como la mayoría de los
hombres piensa en comprarse un par de zapatos nuevos. El problema principal del
suicidio es la idea de que podría ser el comienzo de algo peor. Lo que él
realmente necesitaba era una botella de cerveza helada, con la etiqueta un poco
mojada y esas gotas frías tan hermosas sobre la superficie del vaso.
Harry comenzó a dormitar..., a ser despertado por el sonido de voces. Las voces
de colegialas muy jóvenes. Se reían con risillas bobas.
-¡Ohh, mirad!
-¡Está dormido!
-¿Le despertamos?
Harry entreabrió un poco los ojos bajo el sol, espiándolas a través de las
pestañas. No estaba seguro de cuántas eran, pero vio
sus vestidos llenos de colores: amarillos y rojos y verdes y azules.
-¡Mirad, es precioso!
Soltaron unas risillas bobas, se rieron abiertamente, salieron corriendo. Harry
volvió a cerrar los ojos.
¿Qué había sido aquello? Nunca le había pasado nada tan deliciosamente
refrescante. Le habían llamado "precioso". ¡Qué amabilidad!
Pero no regresarían.
Se levantó y anduvo hasta el extremo del parque. Allí estaba la avenida.
Encontró un banco y se sentó. Había otro vagabundo en el banco de al lado. Era
mucho más viejo que Harry. El vagabundo tenía un aire pesado, oscuro y siniestro
que a Harry le recordó a su padre.
No, pensó Harry, ¡qué desconsiderado soy!
El vagabundo echó una rápida mirada a Harry. El vagabundo tenía unos ojos
minúsculos e inexpresivos. Harry le sonrió levemente. El vagabundo miró hacia
otro lado. Entonces se oyó un ruido procedente de la avenida. Motores. Era un
convoy del ejército. Una larga fila de camiones llenos de soldados. Rebosantes
de soldados que iban allí como enlatados, colgando por los costados de los
camiones. El mundo estaba en guerra.
El convoy se movía lentamente. Los soldados vieron a Harry sentado en el banco
del parque y ahí empezó todo. Era una mezcla de silbidos, abucheos y sartas de
palabrotas. Le estaban gritando a él.
-¡EH, TÚ, HIJO DE PUTA!
-¡DESERTOR!
Cuando uno de los camiones del convoy ya habla pasado, el siguiente retomaba la
cantinela.
-¡MUEVE EL CULO DE ESE BANCO!
-¡COBARDE!
-¡JODIDO MARICA!
-¡GALLINA!
Era un convoy muy largo y muy lento.
-¡VENGA, ÚNETE A NOSOTROS!
-¡NOSOTROS TE ENSEÑAREMOS A PELEAR, MAMARRACHO!
Los rostros eran blancos y marrones y negros, flores del odio.
Entonces el vagabundo viejo se levantó del banco y gritó a los del convoy:
-¡SE LO VOY A HACER PAGAR POR VOSOTROS, AMIGOS! ¡YO LUCHÉ EN LA PRIMERA GUERRA
MUNDIAL!
Los de los camiones se rieron y agitaron los brazos:
-¡HAZ QUE LO PAGUE, ABUELO!
-¡HAZLE VER LA LUZ!
Y el convoy desapareció.
Le habían tirado varias cosas a Harry: latas de cerveza vacías, latas de
refrescos, naranjas, un plátano. Harry se puso de pie, cogió el plátano, volvió
a sentarse, lo peló y se lo comió. Estaba delicioso. Después encontró una
naranja, la peló, masticó y se tragó la pulpa y el zumo. Encontró otra naranja y
se la comió. Después encontró un encendedor que alguien había tirado o perdido.
Lo encendió. Funcionaba.
Se dirigió hacia el vagabundo sentado en el banco, extendiendo el brazo en el
que llevaba el encendedor.
-Eh, amigo, ¿tienes tabaco?
Los ojillos del vagabundo se volvieron rápidamente hacia Harry. No tenían vida,
como si las pupilas les hubieran sido arrancadas. El labio inferior del
vagabundo temblaba.
-Te gusta Hitler, ¿no? -dijo muy suavemente.
-Oye, amigo -dijo Harry-. ¿Por qué no nos vamos tú y yo por ahí? Puede que
consigamos alguna copa.
Los ojos del vagabundo viejo se quedaron en blanco. Durante un rato lo único que
Harry vio fueron los blancos globos oculares inyectados en sangre. Después los
ojos volvieron a su sitio.
El vagabundo lo miró:
-¡Contigo... no!
-Muy bien -dijo Harry-, hasta la vista...
Los ojos del vagabundo viejo volvieron a ponerse en blanco y repitió lo mismo,
sólo que esta vez más alto:
-¡CONTIGO... NO!
Harry salió lentamente del parque y fue calle arriba hacia su bar preferido. El
bar siempre estaba allí. Harry echaba anclas en aquel bar. Era su único refugio.
Era despiadado y exacto.
De camino, Harry pasó por un terreno baldío. Un grupo de hombres de mediana edad
jugaba a béisbol. No estaban en forma. La mayoría tenían una barriga prominente,
eran bajos de estatura y tenían grandes traseros, casi de mujer. Eran todos no
aptos o demasiado viejos para ser llamados a filas.
Harry se detuvo y observó el juego. Muchos tiros fuera, lanzamientos absurdos,
bateadores golpeados, errores, pelotas mal bateadas, pero seguían jugando. Casi
como un rito, un deber. Y estaban furiosos. Lo que mejor les salía era la furia.
La energía de su furia era lo que dominaba.
Harry se quedó mirando. Todo parecía inútil. Hasta la pelota parecía triste,
botando aquí y allá inútilmente.
-Hola, Harry, ¿cómo es que no estás en el bar?
Era el viejo y flaco McDuff chupando su pipa. McDuff tenía alrededor de 62 años,
siempre miraba hacia adelante, nunca te miraba a tí, pero de todas formas te
veía desde detrás de aquellas gafas sin montura. Y siempre llevaba un traje
negro y una corbata azul. Entraba en el bar todos los días alrededor de
mediodía, se tomaba dos cervezas y luego se iba. No se le podía odiar y no se le
podía querer. Era como un calendario o un portaplumas.
-Para allá voy -contestó Harry.
-Voy contigo -dijo McDuff.
Así que Harry se fue andando con el viejo y flaco McDuff, y el viejo y flaco
McDuff iba chupando su pipa. McDuff siempre tenía encendida aquella pipa. McDuff
era su pipa. ¿Por qué no?
Caminaban juntos sin hablar. No había nada que decir. Paraban en los semáforos.
McDuff chupaba su pipa.
McDuff tenía dinero ahorrado. Nunca se había casado. Vivía en un apartamento de
dos habitaciones y no hacía gran cosa. Bueno, leía los periódicos, pero sin
demasiado interés. No era creyente. Pero no por falta de convicción, sino porque
simplemente no se había preocupado de considerar ese aspecto de un modo u otro.
Era como no ser republicano por no saber lo que es ser republicano. McDuff no
era feliz ni desgraciado. Una vez se puso nervioso un instante, pareció que algo
le preocupaba y durante unas décimas de segundo el terror se reflejó en sus
ojos. Luego aquello pasó, rápidamente..., como una mosca que se hubiera
posado... y luego saliese disparada hacia tierras más prometedoras.
Entonces llegaron al bar. Entraron. El gentío habitual.
McDuff y Harry se sentaron en sus taburetes.
-Dos cervezas -canturreó al camarero el bueno de McDuff.
-¿Qué haces, Harry? -preguntó uno de los clientes del bar.
-Buscar, moverme y cagar -contestó Harry.
Lo sintió por McDuff. Nadie lo había saludado. McDuff era como un papel secante
sobre una mesa de despacho. No impresionaba. A Harry lo veían porque era un
vagabundo. Les hacía sentirse superiores. Necesitaban esa sensación. McDuff les
hacía sentirse débiles y ellos ya eran débiles de por sí.
No pasaba nada importante. Todo el mundo estaba sentado frente a sus bebidas,
mimándolas. Pocos tenían la suficiente imaginación como para emborracharse
simplemente como una cuba.
Una insulsa tarde de sábado.
McDuff pidió su segunda cerveza y tuvo la amabilidad de invitar a Harry de
nuevo. La pipa de McDuff estaba roja por las seis horas que llevaba ardiendo sin
parar. Acabó su segunda cerveza y salió del bar, y entonces Harry se quedó allí
sentado solo, con el resto de la tripulación.
Era un sábado lento, lento, pero Harry sabía que si se quedaba allí sin hacer
nada el tiempo suficiente, lo lograría. Por supuesto, el sábado por la noche era
el mejor momento para gorronear copas. Pero no tenía adónde ir hasta entonces.
Harry tenía que evitar a la dueña de la pensión. Pagaba por semanas y llevaba
nueve días de retraso.
El ambiente se puso terrible entre copa y copa. Lo único que buscaban los
clientes era sentarse y estar en algún sitio. Reinaba una soledad general, un
miedo suave y una necesidad de estar juntos y charlar un poco, eso les aliviaba.
Todo lo que Harry necesitaba era algo de beber. Harry podía beber sin parar y
aún seguía necesitando más, no existía suficiente bebida para satisfacerle. Pero
los demás... sólo estaban allí sentados, interviniendo de vez en cuando se
hablara de lo que se hablase.
La cerveza de Harry se estaba desbravando. Y el asunto consistía en no
terminarla, porque entonces había que pagar otra y no tenía dinero. Tenía que
tener paciencia y esperanza. Como buen gorrón profesional de copas, Harry
conocía la primera regla: nunca pidas que te inviten. Para los demás la gracia
consistía en que estuviese sediento. Si pedía que le invitaran les quitaba el
placer de sentirse espléndidos.
Harry dejó deambular su mirada por el bar. Había cuatro o cinco clientes. No
eran muchos y no eran gran cosa. Uno de los que no eran gran cosa era Monk
Hamilton. La razón principal por la que Monk creía merecer la inmortalidad era
que se comía seis huevos para desayunar. Todos los días. Pensaba que eso le
hacía superior. Pensar no se le daba bien. Era enorme, casi tan ancho como alto,
tenía unos ojos pálidos y despreocupados, de mirada fija, un cuello de roble y
unas manos enormes, peludas y nudosas. Monk estaba hablando con el camarero.
Harry miraba una mosca que se estaba metiendo despacito en un cenicero mojado de
cerveza que había frente a él. La mosca dio varias vueltas entre las colillas,
se dio contra un cigarrillo borracho y entonces emitió un zumbido furioso, se
elevó en línea recta hacia arriba, pareció luego que volaba hacia atrás y hacia
la izquierda y después se esfumó.
Monk era limpiacristales. Sus ojos afables vieron a Harry. Sus gruesos labios se
contrajeron en una sonrisa altanera. Cogió su botella, se acercó, se sentó en el
taburete contiguo al de Harry.
-¿Qué haces, Harry?
-Estoy esperando a que llueva.
-¿Te apetece una cerveza?
-Estoy esperando a que llueva cerveza, Monk. Gracias.
Monk pidió dos cervezas. Las trajeron.
A Harry le gustaba beber la cerveza directamente de la botella. Monk vació parte
de la suya dentro de un vaso.
-¿Necesitas trabajo, Harry?
-No he pensado en eso.
-Lo único que tienes que hacer es sostener la escalera. Necesitamos alguien que
sostenga la escalera. Claro, no pagan tan bien como a los que están en lo alto,
pero te dan algo. ¿Qué te parece?
Monk estaba bromeando. Monk creyó que Harry estaba demasiado jodido para darse
cuenta.
-Déjame pensarlo un rato, Monk.
Monk miró a los otros clientes, puso de nuevo su sonrisa altanera, les guiñó un
ojo y luego volvió a mirar a Harry.
-Oye, lo único que tienes que hacer es sostener derecha la escalera. Yo estaré
arriba, limpiando las ventanas. Lo único que tienes que hacer es sostener
derecha la escalera. No es muy difícil, ¿no?
-No tan difícil como muchas otras cosas, Monk.
-Entonces, ¿vas a hacerlo?
-Creo que no.
-¡Venga! ¿Por qué no pruebas una vez?
-No sé hacerlo, Monk.
Entonces todos se sintieron bien. Harry era su chico. El perfecto idiota.
Harry miró todas aquellas botellas de detrás de la barra. Todos aquellos buenos
momentos esperando, toda aquella risa, toda aquella locura..., bourbon, whisky,
vino, ginebra, vodka y todo lo demás. Sin embargo, aquellas botellas estaban
allí, sin abrir. Era como una vida esperando ser vivida y que nadie quería.
-Oye -dijo Monk-, voy a ir a cortarme el pelo.
Harry sintió la gordura silenciosa de Monk. Monk había ganado algo en algún
sitio. Se sentía tan bien como una llave que encaja por una cerradura que
permite entrar en algún lugar.
-¿Por qué no vienes y te quedas conmigo mientras me cortan el pelo?
Harry no contestó.
Monk se inclinó acercándose:
-Pararemos a tomar una cerveza por el camino y después te invitaré a otra.
-Vamos...
Harry vació sin dificultad la botella dentro de su sed y puso la botella sobre
la barra. Salió del bar siguiendo a Monk. Bajaron la calle juntos. Harry se
sentía como un perro siguiendo a su amo. Y Monk estaba tranquilo, todo estaba
funcionando, todo encajaba. Era su sábado libre e iba a cortarse el pelo.
Encontraron un bar y pararon. Era mucho más bonito y limpio que aquel en el que
Harry solía pasarse las horas muertas.
Monk pidió las cervezas.
¡Cómo estaba allí sentado! ¡Un superhombre! Y además, le gustaba sentirse así.
Nunca había pensado en la muerte, por lo menos no en la suya.
Cuando estaban sentados uno junto al otro, Harry comprendió que había cometido
un error: un trabajo de 8 a 5 hubiese sido menos penoso.
Monk tenía un lunar en el lado derecho de la cara, un lunar muy relajado, un
lunar sin conciencia de sí mismo.
Harry observó cómo Monk levantaba su botella y chupaba de ella. Era algo que
Monk hacía porque sí, como meterse el dedo en la nariz. No estaba realmente
sediento de alcohol. Monk estaba simplemente allí sentado con su botella y había
pagado para eso. Y el tiempo pasaba como la mierda río abajo.
Terminaron sus botellas y Monk le dijo algo al camarero y el camarero le
contestó algo.
Entonces Harry salió del bar siguiendo a Monk. Iban juntos y Monk iba a cortarse
el pelo.
Llegaron a la peluquería y entraron. No había ningún otro cliente. El peluquero
conocía a Monk. Mientras Monk se encaramaba en su silla, se dijeron algo. El
peluquero extendió la toalla y la cabeza de Monk surgió de allí dentro, con el
lunar firme en la mejilla derecha, y dijo:
-Lo quiero corto alrededor de las orejas y no mucho por arriba.
Harry, desesperado por otra copa, cogió una revista, pasó algunas páginas e hizo
como si tuviera interés en ella.
Entonces oyó a Monk hablar con el peluquero.
-Por cierto, Paul, Este es Harry. Harry, Este es Paul.
Paul y Harry y Monk.
Monk y Harry y Paul.
Harry, Monk, Paul.
-Oye, Monk -dijo Harry-, ¿qué tal si me voy a tomar otra cerveza mientras te
cortan el pelo?
Los ojos de Monk se clavaron en Harry.
-No, nos beberemos una cerveza cuando yo termine aquí.
Luego sus ojos se clavaron en el espejo.
-No quites demasiado de encima de las orejas, Paul.
Mientras el mundo daba vueltas, Paul tijereteaba.
-¿Has ligado mucho, Monk?
-Nada, Paul.
-No me lo creo...
-Pues deberías creerlo, Paul.
-No es eso lo que he oído.
-¿Qué, por ejemplo?
-Que cuando Betsy Ross hizo aquella primera bandera, ¡las 13 estrellas no
hubieran dado para envolverte la polla!
-Joder, Paul, eres demasiado!
Monk se rió. Su risa era como si se estuviesen cortando rebanadas de linóleum
con un cuchillo mal afilado, O quizás era un grito de muerte.
De pronto, dejó de reírse.
-No me quites demasiado de arriba.
Harry dejó la revista y miró el suelo. La risa de linóleum se había convertido
en un suelo de linóleum. Verde y azul, con diamantes púrpura. Un suelo antiguo.
Algunas partes hablan empezado a pelarse, dejando al descubierto el suelo marrón
oscuro de debajo. A Harry le gustaba el marrón oscuro. Empezó a contar: 3
sillones de peluquería, 5 sillas para esperar, 13 o 14 revistas. Un peluquero.
Un cliente. Un... ¿qué? Paul y Harry y Monk y el marrón oscuro.
Fuera pasaban los coches. Harry empezó a contarlos, paró. No hay que jugar con
la locura, la locura no juega. Más fácil era contar las copas en la mano:
ninguna.
El tiempo sonaba como una campana muda.
Harry tomó conciencia de sus pies, de sus pies dentro de los zapatos, luego de
los dedos... en los pies... dentro de los zapatos. Movió los dedos de los pies.
Su vida se consumía yendo hacia ninguna parte como si fuese un caracol que se
arrastra hacia el fuego. Las plantas echaban hojas, los antílopes levantaban la
cabeza de la hierba, un carnicero de Birmingham levantaba el cuchillo y Harry
estaba sentado esperando en una peluquería, con sus esperanzas puestas en una
cerveza. No tenía honor, nunca era su día.
Aquello siguió, transcurrió, siguió y por fin terminó. El final de la obra del
sillón del peluquero. Paul giró a Monk para que pudiese verse en los espejos de
detrás del sillón.
Harry odiaba las peluquerías. El giro final en el sillón, aquellos espejos, eran
momentos de horror para él.
A Monk no le importaba.
Se miró. Estudió su imagen, su cara, su pelo, todo. Parecía admirar lo que veía.
Entonces habló:
-Muy bien, Paul, pero ¿te importaría cortarme ahora un poquito más del lado
izquierdo? ¿Y ves estos pelillos que salen por aquí? Deberías cortarlos.
-Oh, sí, Monk..., ahora mismo...
El peluquero volvió a girar a Monk y se concentró en los pelitios que se salían
de su sitio.
Harry miró las tijeras. Había mucho clic-clic pero no cortaban casi nada.
Entonces Paul giró otra vez a Monk hacia los espejos. Monk volvió a mirarse.
Una leve sonrisa le distorsionó el lado derecho de la boca. Luego en el lado
izquierdo de la cara le apareció un ligero tic. Narcisismo con sólo una sombra
de duda.
-Así está bien -dijo-, ahora está perfecto.
Paul cepilló a Monk con un cepillo pequeño. El pelo muerto caía hacia un mundo
muerto.
Monk buscó en el bolsillo el dinero para pagar y la propina.
La transacción monetaria tintineó en la tarde muerta. Después, Harry y Monk
fueron juntos calle abajo de regreso al bar.
-No hay nada como un corte de pelo -dijo Monk- para sentirse como un hombre
nuevo.
Monk siempre llevaba camisas de trabajo azul pálido, remangadas para exhibir los
bíceps. ¡Menudo tío! Ahora lo único que le faltaba era una hembra que le doblase
los calzoncillos y las camisetas, que le enrollase los calcetines y los guardara
en el cajón de la cómoda.
-Gracias por acompañarme, Harry.
-Vale, Monk...
-La próxima vez que vaya a cortarme el pelo me gustaría que me acompañaras.
-Quizás, Monk...
Monk iba andando junto al bordillo y fue como un sueño. Un sueño
sensacionalista. Simplemente ocurrió. Harry no sabía de dónde había venido el
impulso, pero lo permitió, simuló que tropezaba y empujó a Monk. Y Monk, como un
pesado bloque de carne, cayó delante del autobús. El conductor pisó los frenos y
se oyó un ruido sordo, no demasiado fuerte, pero un ruido sordo. Y allí estaba
Monk sentado en la cuneta, con su corte de pelo, lunar, y todo. Y Harry bajó la
mirada. Lo más extraño de todo aquello: la cartera de Monk estaba en la cuneta.
Había saltado del bolsillo trasero de Monk por el impacto y allí
estaba, en la cuneta. Sólo que no estaba plana sobre el suelo, se erguía como
una pequeña pirámide.
Harry se agachó, la recogió, la puso en su bolsillo delantero. Estaba tibia y
llena de gracia. Dios te salve, María.
Entonces Harry se inclinó sobre Monk.
-¿Monk? Monk..., ¿estás bien?
Monk no contestó. Pero Harry notó que respiraba y vio que no había sangre. Y de
repente el rostro de Monk se volvió hermoso y elegante. Está jodido, pensó
Harry, y yo estoy jodido. Todos estamos jodidos sólo que de diferentes maneras.
No hay verdad, no hay nada real, no hay nada.
Pero si había algo. Había una multitud.
-¡Retírense! -dijo alguien-. ¡Denle aire!
Harry retrocedió. Retrocedió hasta meterse entre la multitud. Nadie le detuvo.
Iba andando hacia el sur. Oyó el lamento de la ambulancia, junto con el de su
propia culpa. Entonces, de pronto, la culpa desapareció. Como acaba una vieja
guerra. Había que seguir adelante. Las cosas continuaban. Como las pulgas y las
tortitas con caramelo.
Harry se precipitó dentro de un bar en el que no había reparado antes. Había un
camarero en la barra. Había botellas. Estaba oscuro allí dentro. Pidió un whisky
doble, lo bebió de un trago. La cartera de Monk estaba hinchada y espléndida. El
viernes debía de ser día de paga. Harry sacó un billete, pidió otro whisky
doble. Bebió la mitad de un trago, aguardó un minuto enhomenaje a Monk y luego
se bebió el resto. Por primera vez en mucho tiempo se sintió muy bien.
A última hora de la tarde Harry bajó andando hasta el Groton Steak House. Entró
y se sentó en la barra. Nunca había entrado allí. Un hombre alto, delgado y
anodino, con gorro de cocinero y delantal manchado, se acercó y se inclinó por
encima de la barra. Necesitaba un afeitado y olía a aerosol contra cucarachas.
Miró maliciosamente a Harry.
-¿Vienes por el TRABAJO? -preguntó.
¿Por qué demonios quieren todos ponerme a trabajar?, pensó Harry
-No -contestó.
-Hay un puesto de friegaplatos. Cincuenta centavos la hora y, de vez en cuando,
se le puede tocar el culo a Rita.
La camarera pasó a su lado. Harry le miró el culo.
-No, gracias. Lo que quiero ahora es una cerveza. Sin vaso. De cualquier marca.
El chef se le acercó aún más. Tenía unos pelos muy largos en los agujeros de la
nariz, que provocaban una enorme intimidación, como una pesadilla fuera de
programa.
-Oye, cabrón, ¿tienes dinero?
-Claro que tengo -dijo Harry.
El chef dudó un momento, luego se alejó, abrió la nevera y sacó una botella. La
destapó, volvió a donde estaba Harry y la puso de un golpe frente a él.
Harry dio un buen trago, bajó suavemente la botella hasta la barra.
El chef seguía examinándolo. El chef no podía comprenderlo del todo.
-Ahora -dijo Harry-, quiero un bistec de solomillo, tirando a hecho, con patatas
fritas y poca salsa. Y tráigame otra cerveza. Ahora mismo.
El chef se alzó amenazadoramente frente a él, como una nube furiosa, luego se
largó, volvió a la nevera, repitió la acción que incluía llevar la botella y
depositarla de un golpe sobre la barra. Entonces el chef fue hacia la parrilla,
lanzó un bistec encima. Se levantó un velo de humo glorioso. A través de él, el
chef miraba fijamente a Harry.
No sé por qué no le gusto, pensó Harry. Bueno, quizás necesite cortarme el pelo
(quíteme bastante de todas partes, por favor) y afeitarme, quizás tenga la cara
un poco magullada, pero llevo la ropa bastante limpia. Gastada, pero limpia.
Probablemente estoy más limpio que el alcalde de esta puta ciudad.
La camarera se acercó. No tenía mal aspecto. No era nada del otro mundo, pero no
estaba mal. Llevaba el pelo recogido hacia arriba, como revuelto y con unos
rizos que le colgaban por los lados. Bonito.
Se inclinó por encima de la barra.
-¿Vas a quedarte de friegaplatos?
-Me gusta el sueldo, pero no es mi tipo de trabajo.
-¿Cuál es tu tipo de trabajo?
-Soy arquitecto.
-Eres un comemierda -dijo, y se alejó.
Harry sabía que no era demasiado bueno entablando conversación. Se había dado
cuenta de que cuanto menos hablaba, mejor se sentía la gente.
Harry se acabó las dos cervezas. Entonces llegó el bistec con patatas fritas. El
chef depositó el plato de un golpe. El chef era un gran golpeador. A Harry le
parecía un milagro. Se puso a ello, cortando y masticando. Hacía un par de años
que no comía un bistec. A medida
que comía sentía cómo entraba en su cuerpo una fuerza nueva. Cuando no se come a
menudo, eso resulta un gran acontecimiento.
Hasta su cerebro sonreía. Y su cuerpo parecía decir gracias, gracias, gracias.
Entonces Harry acabó.
El chef aún seguía mirándolo fijamente.
-Muy bien -dijo Harry-, tráigame otro plato de lo mismo.
-¿Vas a tomar otra vez lo mismo?
-Sí.
La mirada pasó de fija a feroz. El chef se alejó y lanzó otro bistec sobre la
parrilla.
-Y tomaré otra cerveza, por favor. Ahora.
-¡RITA! -gritó el chef-, ¡DALE OTRA CERVEZA!
Rita se acercó con la cerveza.
-Para ser arquitecto -dijo-, le das mucho a la cerveza.
-Estoy planeando levantar algo.
-¡ja, ja! ¡Como si pudieras...!
Harry se concentró en su cerveza. Luego se levantó y se fue al lavabo de
caballeros. Cuando regresó se acabó la cerveza.
El chef salió y puso de un golpe el plato de bistec delante de Harry.
-El puesto sigue vacante si lo quieres.
Harry no contestó. Empezó a comer otra vez.
El chef volvió a la parrilla desde donde continuó mirando fijamente a Harry.
-Tienes derecho a dos comidas -dijo el chef-, y a meter mano.
Harry estaba demasiado ocupado con el bistec con patatas para contestar. Seguía
teniendo hambre. Cuando se es un vagabundo, y especialmente si se es bebedor,
pueden pasar días y días sin que comas, muchas veces sin que sientas siquiera
ganas, pero de pronto te ataca un hambre insoportable. Uno empieza a pensar en
comérselo todo, cualquier cosa: ratones,
mariposas, hojas, resguardos de la casa de empeños, periódicos, corchos, lo que
sea.
Ahora, en plena faena del segundo bistec, el hambre de Harry continuaba allí.
Las patatas fritas estaban fantásticas, crujientes, amarillas y calientes,
parecidas a la luz del sol, una gloriosa y nutritiva luz solar que podía
morderse. Y el bistec no era simplemente una rebanada de algún pobre bicho
asesinado, era algo apasionante que alimentaba el cuerpo y el alma y el corazón,
que iluminaba la mirada y hacía que el mundo no fuera tan difícil de soportar, o
tan inhóspito. De momento la muerte no importaba.
Entonces acabó el segundo plato. Sólo quedó el hueso del bistec y, además,
completamente limpio. El chef seguía mirándole.
-Me voy a comer otro -le dijo Harry al chef-. Otro bistec con patatas y otra
cerveza, por favor.
-¡NO! -gritó el chef-. ¡VAS A PAGAR Y TE VAS A LARGAR A LA PUTA CALLE!
Dio la vuelta a la parrilla y se paró frente a Harry. Tenía una libreta en la
mano. Garabateó furiosamente en la libreta. Luego tiró la cuenta en medio del
plato sucio. Harry la cogió del plato.
Había otro cliente en el restaurante, un hombre muy redondo y rosado, con una
cabeza grande, llena de pelos despeinados, teñidos de un castaño bastante
desalentador. El hombre había consumido numerosas tazas de café mientras leía el
periódico de la tarde.
Harry se puso de pie, sacó unos billetes, apartó dos y los acercó al plato.
Luego salió de allí.
El tráfico de las primeras horas de la noche comenzaba a llenar de coches la
avenida. El sol se estaba poniendo a sus espaldas.
Harry observó a los conductores de los coches. Parecían desgraciados. El mundo
era desgraciado. La gente estaba en la oscuridad. La gente estaba aterrada y
desilusionada. La gente había caído en las trampas. La gente estaba desesperada
y a la defensiva. Se sentían como si estuvieran malgastando sus vidas. Y tenían
razón.
Harry echó a andar. Se detuvo en un semáforo. Y en ese momento tuvo una
sensación muy extraña. Le pareció que él era la única persona viva del mundo.
Cuando la luz se puso verde se olvidó completamente del asunto. Cruzó la calle
hacia la otra acera y continuó caminando.

Juguete Rabioso

Mi vida es un vacio constante.
Nauseas y vaivenes…
Destrozada y corrompida,
Soy la mas cruel de las victimas.
Si,dije cruel…soy cruel,y soy
Mi propia victima fugaz…
Vi ventisiete veces mi propia
Muerte en sueños.
Me causo dolor,lo real que eso
podria ser…..
no por mi,por la pobre muerte.


Pero a ella la mataria a
cambio de una flor.
Una flor mas bella que ella…
Una flor te ama pero
No te lastima.
A veces me pregunto porque
Cuanto mas ama uno a alguien,
Ese mas lo lastima.

Si,la mataria…
Un par de años en la carcel
Que pueden significar a mi
Efimera edad…
Un par de años en la carcel…
Andando entre sueños….
Tentando al destino inerte,
Jugando al black jack con
La muerte…

Pobrecita la muerte, cuanto
Va a sufrir con una novia
Tan fria….
Cuanto voy a sufrir yo
Por no saber quererla…
No existen los potenciales suicidas…
Nada es tan facil si uno
dos veces no mira.
Ame esta vida mas que
a la muerte, que se desliza de
vez en cuando y me mira;
solo mira….y me recuerda
cuanto ansio llenar el vacio eterno
de mis dias…
y si,a ella la mataria….
Pero primero la perdonaria.

Y un par de años en mi vida….
Que pueden significar a mi
efimera edad un par de años en
mi misma….
Andando como entre sueños…
Sueños viejos que se suceden…
Como horas,como dias y noches
y dias…
como la vida y la muerte…
jugando al black jack y sin pensar
en el destino inerte.

Aysha